Ricardo Arjona y su época como maestro: la historia poco contada que marcó su vida

Ricardo Arjona y su época como maestro
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Una faceta desconocida del cantautor guatemalteco

Antes de que la fama internacional tocara su puerta, Ricardo Arjona y su época como maestro dejaron una huella imborrable en quienes tuvieron la fortuna de ser sus alumnos. Con apenas 18 años, Arjona comenzó a enseñar en la Escuela Nacional Mixta Urbana No. 454, en Santa Elena III, Zona 18 de la Ciudad de Guatemala. A pesar de no tener título universitario en ese momento, asumió el reto con pasión y compromiso.

Inspirado por su padre, Ricardo Arjona Moscoso —también maestro—, el joven Ricardo se sumergió en el mundo de la docencia en plena década de los 80. Impartía clases desde segundo hasta sexto primaria, aportando no solo conocimientos académicos, sino también valores, creatividad y una chispa única que lo hacía diferente.

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Un educador poco convencional

Ricardo Arjona y su época como maestro se caracterizaron por un estilo de enseñanza fuera de lo común. En lugar de limitarse al contenido del currículo, Arjona estimulaba la reflexión con preguntas inusuales como el significado de palabras del Himno Nacional. Para él, enseñar no era un acto mecánico, sino una oportunidad para invitar a los niños a pensar, cuestionar y expresar.

Usaba juegos, música, dinámicas grupales y deportes como herramientas educativas. Incluso organizaba pequeñas obras de teatro y dirigía clases de baloncesto, fomentando la participación activa de sus alumnos. Mientras tanto, estudiaba Ciencias de la Comunicación en la Universidad de San Carlos de Guatemala, demostrando una admirable capacidad para equilibrar sus responsabilidades.

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Recuerdos que inspiraron caminos

Nancy Guadalupe Mancilla Huertas, una de sus exalumnas, recuerda con cariño la etapa en la que Ricardo Arjona y su época como maestro formaron parte de su vida escolar. Él la llamó siempre “Guadalupe”, a pesar de que ella prefería su primer nombre. Narra cómo durante una celebración del Día de la Madre, Arjona tocó la guitarra mientras los estudiantes cantaban “No renunciaré”, momento que despertó en ella una vocación por la música.

Este gesto aparentemente simple marcó su rumbo: tomó clases de canto y piano y más tarde convirtió la música en su profesión. Es un claro ejemplo de cómo un educador puede sembrar semillas que florecen años después.

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Un pilar silencioso en su carrera artística

Aunque hoy es reconocido por su trayectoria musical, Ricardo Arjona y su época como maestro jugaron un papel clave en su formación. La docencia le permitió practicar habilidades que más adelante trasladaría al escenario: conectar con la audiencia, contar historias y comunicar emociones profundas.

En sus propias palabras, enseñar fue una etapa motivada por necesidad económica, pero también por un sincero deseo de ayudar y marcar la diferencia. Hoy, ese joven maestro vive en la memoria de sus alumnos y en los recuerdos que siguen inspirando.

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