El plan de Trump para cambiar el nombre del Golfo de México

El plan de Trump para cambiar el nombre del Golfo de México


La reciente orden ejecutiva del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha reavivado la controversia en torno a la denominación de lugares geográficos. La medida busca cambiar el nombre del Golfo de México a «Golfo de América», así como restaurar el nombre de Monte McKinley para el pico más alto de Norteamérica, actualmente conocido como Denali.

Si bien estas decisiones pueden parecer simbólicas, el proceso de renombramiento de lugares geográficos en Estados Unidos es complejo y cuenta con normativas específicas. Pero, ¿realmente es viable esta propuesta?

¿Trump va en serio con cambiar el nombre del Golfo de México al 'Golfo de América'

En Estados Unidos, los nombres de lugares son estandarizados por la Junta de Nombres Geográficos de Estados Unidos (BGN), una entidad del Servicio Geológico Nacional. Esta junta es la encargada de revisar y aprobar cambios en la nomenclatura de espacios geográficos dentro del país.

Por lo general, las solicitudes de cambio de nombre inician a nivel local. Comunidades, condados o estados pueden proponer modificaciones, reuniendo apoyo ciudadano y siguiendo un proceso burocrático que involucra varias instancias gubernamentales antes de llegar a una decisión final.

Un claro ejemplo del proceso de cambio de nombre es la montaña Denali en Alaska. Durante décadas, fue conocida oficialmente como Monte McKinley, en honor al expresidente William McKinley. Sin embargo, los nativos de Alaska y el gobierno estatal solicitaron en 1975 que se restableciera el nombre original, Denali.

A pesar de la oposición de congresistas de Ohio, el cambio de nombre se hizo oficial en 2015 por orden del entonces presidente Barack Obama. La decisión fue justificada por la relevancia cultural del término «Denali» para los pueblos originarios de Alaska.

Casos como el renombramiento de Lake Calhoun en Minnesota a Bde Maka Ska, siguiendo tradiciones indígenas, han demostrado que modificar nombres de espacios geográficos requiere de un proceso administrativo y político extenso, con aprobación de agencias estatales y federales.

El caso del Golfo de México es significativamente distinto a otros precedentes, ya que no se encuentra exclusivamente dentro del territorio estadounidense. Aunque EE.UU. tiene soberanía sobre las primeras 12 millas de su costa, el resto del golfo es un espacio compartido con México y Cuba, además de ser parte de las aguas internacionales.

La Junta de Nombres Geográficos podría modificar la nomenclatura en mapas oficiales de Estados Unidos, pero esto no obliga a otros países ni organismos internacionales a hacer lo mismo. No existe una autoridad global que regule los nombres de lugares en todos los países, lo que significa que cada nación puede decidir cómo referirse a una región geográfica.

En el pasado, Estados Unidos ha promovido cambios de nombres a nivel internacional, pero generalmente mediante diplomacia y acuerdos bilaterales, no por decretos unilaterales.

Desde que la orden ejecutiva fue anunciada, expertos en geografía y legisladores han manifestado su escepticismo. Senadores de Alaska y otras figuras públicas han rechazado la propuesta, argumentando que los cambios de nombre deben ser impulsados por comunidades locales y no por decisiones políticas.

Empresas, cartógrafos y agencias de turismo podrían verse afectadas por un cambio de nombre en mapas oficiales de EE.UU., lo que generaría confusión y costos adicionales en rotulación y documentación. Además, la medida podría derivar en tensiones diplomáticas con México y otros países de la región.

El intento de cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de América se enfrenta a una serie de obstáculos legales, diplomáticos y administrativos. Si bien EE.UU. podría modificar sus mapas oficiales, no tiene autoridad para imponer esta decisión en el ámbito internacional.

El precedente de casos como el de Denali demuestra que los cambios de nombre pueden tomar décadas en concretarse y requieren un fuerte respaldo local y gubernamental. En este caso, la falta de consenso y la naturaleza transfronteriza del Golfo de México hacen que esta propuesta sea difícil de implementar.

La decisión de Trump, aunque simbólica, podría terminar siendo más una declaración política que un cambio efectivo en la nomenclatura geográfica.

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